En diferentes ocasiones me he
preguntado si ¿se nace para maestro? o ¿el maestro se hace en el aula? y he
llegado a la conclusión de que si no se cuenta en con ese gusto y amor por
enseñar y por la convivencia con los alumnos no es un verdadero maestro.
Ser docente implica más que
llegar y explicar una clase, es involucrarse con cada uno de nuestros alumnos
reconocerlo como una persona única y apoyar su desarrollo en todo sentido.
Para aquellos comprometidos
con su quehacer cada inicio de ciclo escolar es un nuevo reto y sentir nervios
y emisiones encontradas, entre gusto por conocer nuevos alumnos, nostalgia por
los que ya no están y entusiasmo por generar nuevos planes con ellos, a eso es
a lo que yo llamo vocación a ese sentir desde el interior que lo que se hace en
el aula es lo mejor que se puede hacer y qué estar frente a esos jóvenes no lo
cambiarías por nada.
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